Aislado y en la cuerda floja por
cargos de corrupción en su contra, el presidente Pedro Pablo Kuczynski encontró
en el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, una mano y una voz
amigas. Algo que al mandatario le hacía falta con urgencia. En tiempos que
abundan las críticas a su gestión y los pedidos de renuncia, el funcionario del
gobierno de Trump lo elogió y lo felicitó por su cercanía con las políticas de
Estados Unidos. De la visita de Tillerson al Perú quedó claro el alineamiento
del gobierno de PPK –como se le llama al agobiado presidente peruano– con
Washington. “Pensamos igual”, aseguró Tillerson.
Tillerson y Kuczynski han destacado la buena relación militar entre
ambos países y su voluntad de profundizarla, relación que se expresa en la
presencia militar y policial norteamericana en el Perú y las facilidades a sus
fuerzas para operar en la región. Al salir de su conversación de cerca de una
hora con el secretario de Estado norteamericano, PPK, hablando al lado de
Tillerson, expresó su satisfacción de tener una relación “muy fuerte” en temas
de seguridad con el gobierno de Trump.
“Esta reunión (con Tillerson)
reconfirma la relación muy fuerte que hay entre nuestros dos países, no solo en
el nivel comercial, sino en el nivel de seguridad, en la lucha contra la
droga”, dijo, “y contra la corrupción”, agregó, como quien vive fuera de la
realidad, una realidad que lo tiene a él como protagonista central de una trama
de corrupción que puede costarle el cargo en las próximas semanas. El día
anterior, luego de entrevistarse con la canciller Cayetana Aljovín, el jefe de
la diplomacia norteamericana también había calificado como “muy sólida” la
relación militar entre su país y el Perú, la que definió como “fundamental”.
Venezuela, como era de esperar,
estuvo en el centro de los diálogos de Tillerson con las máximas autoridades
peruanas. Y, claro, hubo plena coincidencia entre los dos gobiernos en sus
críticas al régimen venezolano. “Estados Unidos agradece profundamente el
liderazgo de Perú en la región, sobre todo el trabajo del Grupo de Lima (grupo
de doce países –once latinoamericanos, entre ellos Argentina, y Canadá–,
contrarios al gobierno venezolano, lanzado en la capital peruana en agosto
pasado) para abordar la destrucción terrible que existe en este momento de la
democracia venezolana”, señaló Tillerson, con un satisfecho PPK parado a su
lado.
El secretario de Estado
norteamericano reveló que ambos habían “intercambiado ideas” sobre “qué es lo
que podemos hacer para lograr que Venezuela vuelva a su ruta institucional”,
pero no dieron detalles sobre de que posibles medidas hablaron. Antes de llegar
a Lima, Tillerson se había referido a la posibilidad de un golpe militar en
Venezuela para destituir a Maduro. Sobre eso, el presidente peruano y su
canciller no dijeron nada.
Mientras Kuczynski y Tillerson
terminaban su reunión en Palacio de Gobierno y daban una breve declaración a la
prensa sin aceptar preguntas, se conocía la noticia que Nicolás Maduro había
confirmado su asistencia a la Cumbre de las Américas, que se desarrollará en la
capital peruana el 13 y 14 de abril. Era lo último que ambos querían escuchar.
Apenas se conoció que Maduro vendría
a Lima, se desató una histeria contra el mandatario venezolano en los grades
medios y distintos sectores políticos de la derecha. “Tenemos que decirle a
Maduro que no es bienvenido. Vamos a pedir que el Grupo de Lima lo declare
persona no grata”, clamó el vocero parlamentario oficialista Gilbert Violeta,
al momento de anunciar la presentación en el Congreso de esta moción en rechazo
a la llegada de Maduro. Voceros del fujimorismo, del partido aprista del
cuestionado ex presidente Alan García y otros sectores, apoyaron entusiasmados
la propuesta. Se repitieron amenazas de darle a Maduro un recibimiento hostil
si no se podía impedir su llegada.
Dejando en evidencia un doble
estándar, voceros del gobierno de PPK, que hace poco indultó al ex dictador
Alberto Fujimori, condenado por crímenes de lesa humanidad, dispararon contra
Maduro acusándolo de dictador y de violar los derechos humanos, y desde el
fujimorismo que reivindica la dictadura de su líder fundador también abundaron
los discursos en ese mismo sentido. Una vez más, el tema Venezuela fue usado
con amplitud para repetir trasnochados discursos macartistas contra la
izquierda.
Kuczynski no quiere a Maduro en la
Cumbre de las Américas, pero como están las cosas no sería sorprendente que el
presidente venezolano participe de esta cita y quien no lo haga sea PPK. En el
Congreso se ha vuelto a activar un pedido para destituir al mandatario peruano
por cargos de corrupción. En diciembre salvó por muy poco de ser sacado del
sillón presidencial por sus vínculos con la trama de corrupción de Odebrecht,
luego de canjear el indulto a Fujimori por diez votos disidentes del
fujimorismo. Nuevas evidencias lo comprometen aún más con las acusaciones en su
contra de haber utilizado su cargo de ministro durante el gobierno de Alejandro
Toledo (2001-2006) –hoy prófugo en EE.UU. señalado de recibir sobornos de la
constructora brasileña Odebrecht–, para favorecer intereses privados, entre
ellos los de Odebrecht y los de una empresa de asesoría financiera de su
propiedad. Grupos parlamentarios que en diciembre no apoyaron la destitución
anuncian que ahora sí lo harán, lo que deja a Kuczynski en una situación muy
complicada. Su gobierno parece estar en estado agonizante. Corren las apuestas
de si llega o no a la Cumbre de las Américas de abril. Y esas apuestas no lo
favorecen.
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