Es bueno recordar que este evento constituye la continuación de
otros, ocurridos a partir de 1994, cuando -en Miami- se produjo por primera
vez, bajo la férula del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.
Cuando ella ocurrió, el escenario continental era otro.
Básicamente estaba bajo el dominio de las fuerzas tradicionales de Poder que al
compás de Washington regían, lo que llamara el poeta, “una sociedad sin
esperanza”. Fue precisamente a partir de aquellos años que la situación
comenzó a cambiar en la tierra de los libertadores. En Argentina, la crisis
tocó fondo, y cayeron –una a una– diversas administraciones corruptas en tanto
se afirmaba el fresco y honrado mensaje de don José de San Martín en la
conciencia de millones. En la Patria de Bolívar, entre tanto, también soplaban aires
nuevos. El Comandante Hugo Chávez Frías usaba un lenguaje distinto, y buscaba
diseñar caminos propios para encarar los problemas de su pueblo.
América comenzaba a moverse nuevamente tomando en sus manos
viejas banderas. Los sueños de Pancho Villa y Emiliano Zapata, de Augusto
Sandino y Farabundo Martí, asomaban otra vez entre las nubes del cielo
americano y brillaban con luz propia, alumbrando nuevos derroteros.
La década de los 90 no parecía la mejor, por cierto. Luego de la
caída de la URSS y de la quiebra del socialismo en Europa del Este, Washington
cantaba victoria.
Cuba atravesaba lo que se dio en llamar “el periodo especial” y
su pueblo heroico hacia frente con singular estoicismo a retos inéditos en la
construcción de una nueva sociedad. En Chile se salía de la dictadura asesina
de Pinochet en una discutible “sucesión” que dejara el Poder en manos de la
derecha reaccionaria. Y en el Perú se afirmaba la dictadura Neo Nazi de Alberto
Fujimori.
En otros países de la región, y casi sin variantes, una
burguesía parasitaria administraba una crisis asegurando con empeño mantener
intactos los privilegios de las grandes corporaciones imperiales.
Por eso Washington aceptó instalar la Cumbre de las Américas,
convencida como estaba la Casa Blanca que la historia había terminado y que
sólo se abría entonces una puerta: el mundo unipolar, bajo la hegemonía yanqui.
Fukuyama dixit
Pero la vida de los pueblos cambia. Y poco a poco se fue
modificando la correlación de fuerzas en el plano continental.
Surgieron los Kitchner en Argentina; Lula, en Brasil; Ortega, en
la Nicaragua Sandinista; Evo Morales, en Bolivia; Correa, en Ecuador; se afirmó
el proceso bolivariano en Venezuela; triunfó el Farabundo Martí, en El
Salvador; se formaron coaliciones más avanzadas en Chile; asomaron gobiernos
progresistas en Honduras y Paraguay, bajo la dirección de Manuel Zelaya y
Fernando Lugo, respectivamente. Y en otros países, como México, Perú, o
Colombia –con distintos matices y diverso grado- se hicieron presentes
segmentos que proclamaron voluntad de enfrentar al dominio yanqui
Por eso fue que en la VI Cumbre celebrada el 2015 en Panamá,
Estados Unidos no pudo oponer resistencia, y Cuba brilló con fuerza propia en
ese escenario continental.
Cuando en abril se reúna la VII Cumbre en Lima, sin embargo,
habrá nuevos vientos de fronda, y ellos serán azuzados por una oligarquía
envilecida y en derrota. Tras ella, la siniestra figura del Imperio digitará
los hilos, para agredir a los pueblos.
En el Perú, por ejemplo, la “Prensa Grande” y los sectores más
reaccionarios de la vida nacional, han re-iniciado una violenta ofensiva contra
la administración de Caracas y en particular contra el Presidente Nicolás
Maduro. Sin empacho alguno, le han cargado todos los epítetos para denigrar su
imagen y afear su rostro.
Como parte de ese operativo de alcance continental, ha arribado
al Perú un prófugo de la justicia –Antonio Ledezma- a quien Pedro Pablo
Kuzcynski ha recibido en su casa sin importarle, en absoluto, la naturaleza de
sus delitos en la Venezuela de hoy. Y como parte también, en los próximos días
la flamante “Canciller” peruana, Cayetana Aljovín, visitará la Casa Blanca, en
tanto que el Secretario de Estado yanqui vendrá a Lima.
Nada de eso debiera sorprendernos. No sólo porque PPK es un
adulón del Imperio sino porque, además, es amigo cercano de otros asesinos de
horca y cuchillo, como Alberto Fujimori a quien llama –con proverbial
servilismo- “ex Presidente”, y cuyos execrables crímenes “pasa por alto“,
considerándolos apenas “errores” y “excesos”.
En el continente, la campaña contra el Presidente Nicolás
Maduro, no es sólo contra él. Forma parte de un despliegue mucho más amplio, y
se expresa contra Lula, en Brasil, al que se le busca excluir del proceso
electoral de su país con aviesas maniobras seudo legales; en Bolivia, donde
amaga una ofensiva desestabilizadora contra Evo Morales a fin de impedir la renovación
de su mandato presidencial; en Ecuador, país en el que busca profundizar las
diferencias entre el actual presidente, y Rafael Correa, al que la reacción
detesta; en Argentina, donde destila todas sus baterías contra Cristina
Fernández; en Nicaragua, contra Ortega y el régimen Sandinista; y en Honduras,
país en el que busca perpetuar en el Poder, por medios ilícitos, a un “régimen
suyo”, el gobierno de Hernández, cuestionado en las ánforas en los recientes
comicios en los que legítimamente triunfara la Oposición.
La campaña contra Nicolás Maduro busca también distraer la
atención del pueblo respecto a la perniciosa presencia de Donald Trump en
nuestro suelo. Busca preservarlo del masivo repudio ciudadano, que sin duda
ocurrirá cuando llegue a estas tierras rebeldes y contestatarias.
Los que dicen que Maduro es “un asesino”, no dirán una palabra
contra Trump que ahora mismo tiene tropas en Irak matando cotidianamente a
centenares de personas; que tiende la mano y proporciona armas a los
terroristas que atacan al gobierno legítimo y constitucional de Siria; que
golpea a Palestina azuzando a la camarilla sionista de Israel contra los
pueblos árabes; que alienta la guerra en Corea enfrentando a dos pueblos
hermanos –el del norte y el del sur- para preservar su bases militares
instaladas en las cercanía de Seúl, contra los rusos.
Pero Trump, no es solo enemigo de los pueblos del Medio Oriente
y el sud este asiático Es también irreconciliable enemigo de los pueblos de
América latina, a los que considera “poblaciones inferiores”. No hace mucho,
hizo una alusión procaz contra Haití y algunos pueblos africanos. Y es que ese
concepto, es el que anida en su espíritu atravesado por el odio y por la
guerra.
Si alguien quiere una prueba de ello, debiera leer simplemente las
expresiones de Trump contra el pueblo mexicano, al que busca mantener “detrás
de un muro”; pero, además, percibir la esencia de lo que constituye hoy la
“política migratoria” que impulsa la administración yanqui. Y que se orienta,
sin ninguna duda, a discriminar, y aún expulsar, a los latinoamericanos que
radican en los Estados Unidos, considerándolos poco menos que “indeseables”.
Si miramos las cosas con objetividad, debiéramos considerar que
la Cumbre de las Américas podría -desde el punto de vista de los pueblos-
calificarse como la tumba política de Trump y de sus inclinaciones Neo Nazis. (*)
Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.pe
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